El hornero y la guardia

No siempre el oficio de cronista es vértigo: están las guardias…
Las guardias son esos momentos en los que hay que esperar por algo o por alguien: el fin de una reunión, la salida de un funcionario, el encuentro con una persona específica.
Las guardias son también el momento en que el músculo descansa y los ojos se agrandan: la espera atenta.
Cuando ya se ha hablado con vecinos y lo que queda es esperar que el damnificado de un robo salga de su casa, solo queda la espera.
Algún cafetero advertido que acierte a pasar entonces hará «su agosto». Pero a veces la zona es «muy barrio».
Aparece entonces algún mate, la charla con los compañeros, la valoración de la belleza del lugar y las lugareñas…
En este espacio de «tensa calma» que son las guardias se va agudizando la vista hasta llegar a los detalles.
Entonces puede uno prestar atención al cánto de los pájaros y notar, por ejemplo, que ese bicho que chilla es un hornero en plena construcción de su merecidamente célebre nido.

Da gusto verlo trabajar: baja hasta un bache de la calle, junta barro con el pico, sube hasta el poste en donde una empresa de cable le ha provisto una maravillosa base para su nido y va asentando las paredes con el pico.
Con la certeza de quién conoce el desenlace vamos viendo cuánto le falta, le calculamos plazos y especulamos con cómo quedará la obra.
Son hermosas las guardias. Y si son con amigos, mejor.