Nuestra Historia de amor 1: Comienzo de un amor sin final

Hoy se cumplen seis semanas de tu partida. Es decir que hace seis semanas de que me he convertido en el depredador más temible de cuanto pañuelito descartable, servilletita o rollo de cocina llegue a mis manos.
Soy plenamente consciente de que hasta acá, habiendo sido Andrea un ser de luz, no he trasmitido más que tristeza y dolor en mis referencias hacia ella. Entiendo también que esto es lógico debido al pesado duelo que voy apenas empezando a transitar y que me tiene a flor de piel.
Sin embargo quisiera hoy cambiar un poco el tono y en homenaje a la sonrisa más hermosa y clara que conocí, contarles acerca de cómo y cuándo el amor de Andrea cambió mi vida para siempre.
Fue para esta época del año, pero en 2009, cuando mi amiga Gaby me dijo que tenía una amiga que quería presentarme. Me juraba que era una chica divina “justo para vos”. Como Gaby nunca antes me había propuesto algo semejante, accedí a conocerla.
La verdad es que nuestro primer encuentro no pudo ser más decepcionante: nuestra común amiga, estaba recién operada y recibía gente en una sala de sanatorio. Allí estábamos otros colegas y yo monopolizando la charla con temas periodísticos. Al costado de la cama, sin mucho que decir de nuestros “gajes del oficio”, estaba ella con sus ojitos inquietos.
Cruzamos unas palabras. Nuestra «Celestina» nos había convocado a los dos para lo mismo, pero nada estaba alineado en esa ocasión como para iniciar una relación romántica. Es más: casi no llego a la cita por el robo de banco que me mantuvo ocupado hasta tarde en el conurbano.
Años después, al evocar con Gaby nuestro comienzo y su papel en esto de pensarnos juntos, mi amiga confesaría: “Andrea se quería ir, vos no llegabas! yo le decía: quédate que viene mi amigo”. Esta maniobra tuvo que hacerla no una, sino tres o cuatro veces.
Pero el caso fue que finalmente llegué… y no pasó nada!

Pasaron días, semanas tal vez. Gaby volvió a llamarme:
-“No te gustó mi amiga?”
Si, le respondí un poco sorprendido de que trajera nuevamente el tema a cuento.
-“Y por qué no la invitás a tomar algo?” insistió Gaby.
Lo primero que pensé fue “porque no la conozco”, pero le dije que no tenía cómo ubicarla, a lo que la respuesta de Gaby fue rápida:
-“yo te consigo su teléfono”.
Así fue que hablamos y combinamos para vernos: Finalmente saldríamos los dos solos a tomar un café!
Quedé en pasar a buscarla cuando me liberara de mi trabajo, la edición de la tarde de “El Exprimidor” que iba de 18 a 20. La buscaría por su negocio: tenía un Spa de Yoga y Pilates en Palermo que se llamaba “Chakra Mío”. Era en una típica casona antigua de ese barrio.

Cuando la ví venir, ya todo fue diferente. Me impactó desde el primer momento. Ese “venir” no lo olvidaré mientras viva!
Abrió la puerta y me mostró por primera vez su radiante sonrisa.
Eran ya las 20 así que ya estaba liberado. Ella me dijo: “Ya es tarde para un café, no?” entonces cambiamos los planes y fuimos a comer una pizza. Yo aún ni lo sospechaba, sin embargo esa estaba lejos de ser la gran reprogramación de la noche.
Al sentarnos a la mesa comenzamos a hablar y casi enseguida, apareció el segundo y verdadero gran cambio de la noche.
Yo le pregunté de dónde era y ella me respondió que ahora vivía y trabajaba en Palermo, pero que antes había vivido en San Isidro.
-“Qué casualidad! Yo también crecí en San Isidro!” Le dije entusiasmado.
Entonces me contó que allá había ido al colegio “Martín y Omar”.
-“Qué casualidad! Yo también!” volví a decirle ya más exaltado.
Resultó que habíamos ido al mismo colegio, solo que yo iba un año más adelantado.

Así fue que nuestra “primera cita” saltó por los aires como tal para reconvertirse en algo más parecido a un reencuentro.
Cuántos recreos habríamos compartido a poco metros de distancia? qué palabras azarosas habríamos cruzado alguna vez? Y empezamos así a hablar de antiguos profesores, amigos y conocidos en común.
No era “la primera cita ideal” pero estábamos disfrutando mucho de ese “primer reencuentro”. Hablamos, reímos, nos miramos… pero por sobre todas las cosas, pasamos un momento hermoso del que los dos disfrutamos mucho.
El tiempo voló y cuando quisimos darnos cuenta, la pizzería estaba por cerrar.
La acompañé hasta su casa. Hasta la puerta. Después me contó que al llegar puso mi nombre en una red social que estaba en auge por esos días, “Facebook” y al buscarme ahí, le saldría que teníamos más de 100 amigos en común. Nada mal para dos que se acababan de encontrar!
Mi preocupación entonces empezó a ser que como nos llevábamos tan bien y disfrutábamos tanto de hablar y estar juntos, temía que lo nuestro fuera rumbo a convertirse en “una hermosa amistad”.
Así que hubo otras salidas breves “intermedias” donde fui dejándole en claro que yo no quería que atravesara mi vida como una amiga con la cual la pasábamos muy bien estando juntos. Finalmente quedamos en encontrarnos para una cena en mi casa.
El Plan era tentador: iríamos primero a ver una película que andaba bien por esos días: “El secreto de sus ojos” lo que dejaría como tradición que cada vez que salía “una de Darín” fuéramos al cine.
Después nos esperaba en casa una cena especialmente preparada (y pergeñada) por mí. Y de ahí en adelante… lo que diera!
Cómo no podía ser de otra manera, la película fue un éxito. Volvimos comentándola. Era una noche particularmente cálida para ser agosto.
La gran sorpresa al llegar a casa fue mi caniche Titina: le salió al cruce y se le tiró a los pies, panza arriba como si la conociera de toda la vida!
Andrea casi se desarma de ternura:
-“Ay… siempre quise tener una perrita así”
Le pregunté por qué no la tenía y me contó de su trabajo en Bloomberg. Ella había tenido un puesto muy bueno, pero que le ocupaba prácticamente todo su tiempo, por lo que finalmente había arreglado su salida y con eso había podido poner su negocio.
Ese trabajo la hacía viajar mucho por distintos países y le impedía dedicarse al cuidado de un animal. Porque Andrea prefería no tener un animalito a tenerlo sufriendo. Empezaba así a conocerla más allá de lo romántico.

A partir de ese momento ya no fuimos dos: siempre estuvo Titina en el medio. En poquito tiempo se convertiría en nuestra “hija canina”, en nuestra «primogénita» o como le decían algunos amigos, en “la humanizada”.
Aquella primera noche entera juntos, todo fluyó y fue nuestro primero y mágico encuentro. La primera de infinidad de noches luminosas compartidas por los dos. Bueno… por los tres!
Por esa época, con nuestra relación recién empezando, nos costaba mucho separarnos. Nos veíamos casi que día por medio! Muchas veces ella venía a casa, pero yo también iba a la suya.
Andrea vivía en su departamento de Palermo. Cómo todo lugar que ella manejaba, estaba flamante y perfectamente decorado. Para poder costear mejor sus gastos, alquilaba una habitación a una conocida, con el tiempo una amiga, que venía de pasar un mal trago en una pareja y se había quedado sin nada.
Esta amiga, al ver como venía lo nuestro le dijo al poquito tiempo que estaba buscando otro lugar porque seguramente no tardaríamos en irnos a vivir juntos. Razón no le faltó: efectivamente a los 4 meses, el viernes 4 de diciembre de 2009 mientras yo asistía a uno de los históricos conciertos de AC DC en River, ella preparaba sus cosas para mudarse a la mañana siguiente. Habían pasado solo cuatro meses.

Una de las cosas que más me impresionó fue su decisión: como ella no dudó en desarmar su departamento, perfectamente acogedor y cercano a su trabajo, para venirse a mi dudoso Ph de soltero en Florida. El motivo era que ella no quería que Titina se quedara sin su patio y que –por supuesto- no tenía ninguna duda de que viviríamos felices juntos.
Ese sábado al mediodía, al volver de mi trabajo en radio Rivadavia me encontré con mi casa dada vuelta: Todo el living lleno de canastos, muebles y adornos. Pero lo que nunca olvidaré será la luz en sus ojitos. Por suerte una foto guarda ese momento.

Comenzó ahí una nueva etapa en nuestras vidas: para ella era la primera vez conviviendo en pareja, para mí una época en la que mis angustias y esporádicos bajones anímicos desaparecerían por completo.
Una etapa donde seríamos más que dos: ella, yo y nosotros. Para dividir nuestros problemas y multiplicar nuestras alegrías. Para crecer. Para sorprendernos y conocernos. Para ser, pensar y planificar familia. Para amarnos y compartir todo lo que nos pasara. Para soñar juntos un mismo sueño… y realizarlo!
Por sobre todas las cosas, fue el momento en el que comenzó la más bella historia de amor que pude haber imaginado tener en mi vida.
Los dos teníamos 39 años: la dicha de vivir enamorados no nos había llegado en la flor de la edad, pero teníamos el amor, ese que mucha gente muere sin conocerlo, el más puro y hermoso para el resto de nuestras vidas, o al menos eso pensaba en ese momento. Los años que nos aguardaban por vivir juntos serían sin la menor duda los mejores de mi vida.
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marianorinaldi Ver todo
Periodista. Cronista.
Conduzco de "La Semana que Viene" programa que se emite por Radio Simphony.
También trabajo en el programa "En la trinchera" de Radio Led.
Fui Cronista de "El Exprimidor" (2002 hasta su finalización en 2019) reemplazando a Ari Paluch en la conducción en varias ocasiones.
Cronista de "El Rotativo del Aire" de Radio Rivadavia (entre 2001 y 2010).
Acreditado en Casa de Gobierno (2003/2018).
También Cronista y asesor parlamentario.
Realicé coberturas nacionales e internacionales como enviado por ejemplo al rescate de los mineros en Chile, Elecciones en España y Paraguay, Aniversario del Atentado de Atocha en Madrid entre otras cosas.
