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Nuestra Historia de amor 5: Luna de Miel – 2da parte «Hacia un sueño mayor»

Hoy mi casa debería ser una fiesta porque los 28 de septiembre eran sus cumpleaños. En lugar de eso, se cumplen 10 semanas de la más increíble y absurda noticia que me atravesó la vida. Pasaron más de dos meses y aún no puedo hablar de Andrea sin llorar. No sé cómo ni cuándo, pero espero ansiosamente algún día poder volver a sonreir pensando en ella, a solas con su recuerdo.

Tras el paso por Bogotá y la hermosa estadía en Cartagena, nos preparábamos para ir a la playa. No es que «La Heroica» no tuviera costa, pero en una ciudad grande y con tantos atractivos, esas playas cuyas aguas se mezclaban con el río Magdalena podían esperar. El que no podía esperar más era yo:

Al fin conocería el mar Caribe!

Llegamos a la Isla Barú a la hora de la siesta. Era mi primera vez en un «All inclusive» es decir, en estos complejos cerrados donde ya puede uno guardar la billetera porque está -como lo avisa el nombre- «todo incluído»

Recuerdo que, o bien el igreso al hotel fue eterno, o mi ansiedad me urgía para ir a la playa y ver si el agua del Caribe era como siempre había escuchado hablar.

Ansioso como estaba, había dejado a Andrea con los papeles, mientras yo entraba y salía de la oficina para espiar el mar. En eso entro y veo que quien estaba demorando nuestro ingreso era Andrea: «Yo especifiqué claramente que estábamos de luna de miel»

El tema es que este hotel ofrecía a los mieleros habitaciones con «Ocean view» y por el aparente descuido de alguien querían darnos una habitación lateral. Fui testigo entonces de cómo esa mujer dulce se transformaba en leona a la hora de discutir alguna cuestión comercial o laboral, pero…

al ratito estábamos en una habitación preciosa con vista al mar!

«Ocean View»

El Caribe era todo lo que esperaba y más: en algunos lados era color verde esmeralda, en otros celeste claro, pero en todas partes era transparente cristalino y cálido. Meterse al agua era una caricia para la que no hacía falta ninguna preparación, algo a lo que un muchacho bonaerense como yo no estaba acostumbrado con nuestro querido, gélido y amarronado mar Argentino.

Y fue en ese paraíso de verdes, celestes, flores, plantas, palmeras, agua cálida y clima ideal que nuestro tiempo se detuvo: ya no estaba la urgencia por ir a conocer tal o cual lugar. Todo era playa, habitación, comer y beber. Cuando quisiéramos y lo que quisiéramos. Y en ese clima tomamos «La decisión»

Estábamos en una especie de paraíso natural, pero también mental. Nuestro amor era un horizonte soleado tan hermoso y despejado como el que teníamos delante. Y fue de esas jornadas de sol y arena salió el tema de nuestra familia.

Si bien disfrutábamos inmensamente el uno del otro, de estar juntos, de ser «novios casados» la verdad es ya teníamos 41 años. Y si bien hubiésemos querido vivr 10 años más así, los dos solos, el reloj biológico corría y teníamos que tomar una decisión al respecto.

En ese paraíso decidimos que dejaríamos de cuidarnos para que Dios dispusiera, lo cual era todo un paso para dos recién casados, aunque tuvieran nuestra edad.

Y fue en ese momento, como si nos estuviera bajando un mensaje desde el cielo, que sonó la canción «Llegaremos a tiempo» de Rosana. Desde entonces sería nuestra canción a la que recurríamos cuando soñábamos con tener hijos:

«Si te anclaran las alas, en el muelle del viento
Yo te espero un segundo en la orilla del tiempo
Llegaras cuando vayas más allá del intento
Llegaremos a tiempo, llegaremos a tiempo
«

Fueron días inolvidables entre atardeceres, amaneceres y noches compartidas a la luz de las estrellas. Éramos toda potencia: el futuro se abría como un regalo ante nosotros. La vida juntos era una fiesta permanente a la que estábamos invitados.

El tiempo desapareció para nosotros, hasta que finalmente llegó el final de nuestra estadía en ese resort. Debíamos decidir qué hacer con los 3 días que nos quedaban hasta el vuelo de regreso. Y no lo dudamos: «La Heroica» dijimos. y nos volvimos para Cartagena.

No era solamente repetir esos días hermosos que pasamos allí: Andrea me insitía con ir a conocer las «Islas del Rosario». Si ya Barú me había encantado, estas islas me volaron la cabeza: se iba temprano y se pasaba todo un día de playa. Y allí fuimos a conocer otro rincón bellísimo de Colombia.

Ya en Cartagena, nos encontramos a mitad de semana, y a diferencia de nuestro paso anterior que había sido en la locura de un fin de semana largo, esta vez la ciudad parecía vacía, solo para nosotros. En esta intimidad, repetimos el paseo en carruaje en nuestra última noche con muy poquitas ganas de irnos y a la vez deseando empezar esta nueva etapa juntos.

Extrañábamos a Titi, que era la hija que todavía no teníamos, pero eso no era un problema, porque la decisión ya estaba tomada y era solo cuestión de tiempo. O al menos eso pensábamos entonces, desde ese rincón del paraíso.

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marianorinaldi Ver todo

Periodista. Cronista.
Conduzco de "La Semana que Viene" programa que se emite por Radio Simphony.
También trabajo en el programa "En la trinchera" de Radio Led.
Fui Cronista de "El Exprimidor" (2002 hasta su finalización en 2019) reemplazando a Ari Paluch en la conducción en varias ocasiones.
Cronista de "El Rotativo del Aire" de Radio Rivadavia (entre 2001 y 2010).
Acreditado en Casa de Gobierno (2003/2018).
También Cronista y asesor parlamentario.
Realicé coberturas nacionales e internacionales como enviado por ejemplo al rescate de los mineros en Chile, Elecciones en España y Paraguay, Aniversario del Atentado de Atocha en Madrid entre otras cosas.

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