Nuestra historia de amor 15: aparece el nombre.
20 semanas de tu muerte y algo ha empezado a cambiar. Los rayos del sol me llegan con otra fuerza: te siento en la luz. El duelo sigue, el dolor también, pero tengo la esperanza de que ese aguijón se pueda ir convirtiendo de a poco en un recuerdo que consiga incluso generar una sonrisa, que pase la tormenta y se convierta en una lluvia refrescante de verano. Tu ausencia hoy parece infinita. Me conecta dolorosamente con ella tener que buscar por ejemplo con quién dejar a Nina en vacaciones o cómo armar el arbolito sin tu impronta. Son apenas un par de los trances bravos a los que me enfrento. Pero vos siempre me creiste un padre valiente… cómo te iría a fallar ahora? El amor no muere nunca. Te amo y espero locamente, con todo mi corazón, ese momento del reencuentro.

Tan Preocupados habíamos estado por todo lo relativo a los tratamientos, tanto temor a que el embarazo nunca se produjera habíamos tenido… que jamás nos permitimos fantasear con nombres para nuestro hijo por venir!
Conforme el embarazo comenzó a avanzar decidimos esperar a conocer el sexo para elegir cómo se llamaría, descartando así «la mitad de la biblioteca».
Tampoco tenìamos fantasías con el tema del género: tras tantas idas y vueltas y con lo que nos había costado lograr el embarazo, aprendimos a valorar aquella frase o lugar común que dice «Que sea lo que sea, pero que sea sanito».
Realmente no podía imaginarme que un sexo determinado nos hiciera más o menos felices, pero estaríamos en el paraíso siendo papás de un bebé sanito.

Yo iba a todos los controles que podía con Andrea, no lo habíamos conversado, pero ni falta que hacía: todo lo que fuera posible, lo haríamos juntos.
Nunca olvidaré uno de los primeros de estos controles. La doctora le puso a Andrea gel en la panza y empezó a pasarle esa especie de scanner con el que se puede ver al feto. Nos dijo que era todavía del tamaño de un grano de arroz… cómo podría ser posible tanta felicidad por algo tan diminuto? Pero la cara de la doctora estaba seria. Advertimos que algo pasaba. Cuando preguntamos la respuesta nos dejó helados: «No escucho el corazón» nos dijo.
Nos quedamos helados por los segundos más largos del mundo. Pero de repente, no sé si tocó algo o cambió de posición el aparato y empezamos a sentir unos latidos aceleradísimos -mucho más ligeros que los de un corazón adulto- que se repetían. Volvimos a respirar. Fueron un instante en el que envejecimos dos años.
Eso de que el tamaño de nuestro hijo era entonces el de «un grano de arroz» nos dejó tan perplejos que empezamos a ver una página que comparaba semana a semana el crecimiento del feto con una fruta o verdura. Por ejemplo en esta foto que adjunto se lee: «Semana 23 – El bebé tiene el tamaño parecido al de una berenjena»


Finalmente un día, en uno de los controles, mientras le monitoreaban la panza a Andrea, la médica puso fin al misterio: «Es una nena» dijo. Los dos sonreímos.
Al tiempo Andrea, que era un poquito celosa, me dijo como lamentándose: «Las nenas son más del papá». Pero la alegría era tan grande que esto era apenas una anécdota. Lo que sí quedaba claro era que necesitábamos nombres de mujer.
Metódica y organizada como era ella, empezó a buscar libros con orígenes de nombres para encontrar uno que le gustara para su hija, pero no lográbamos ponernos de acuerdo. En nuestra vida de pareja las decisiones habían fluido sobre todo porque solíamos ver las cosas con puntos de vista muy parecidos, pero el nombre nos estaba costando.
Un día se me apareció fuerte la imagen de mi madre. Recordé lo que la había querido a Andrea en contraposición a lo jodida que había sido con mis ex. Recordé también que Andrea la adoraba. Entonces, considerando que mi vieja había fallecido hacía ya tres años, le pregunté qué le parecía ponerle su nombre: «ANNA».
Andrea puso cara como temerosa de ofenderme, pero dijo: «Anna es un nombre fuerte. Tu vieja es una presencia fuerte. Sería injusto para nuestra hija. Preferiría un nombre nuevo».
Obviamente que no me ofendí, pero el nombre seguía sin aparecer. Entonces recordé algo que me había dicho la rabina y música Mónica Cosachov: que en la tradición judía el nombre era una inspiración de la mujer. Entonces le conté esto a Andrea y le dije que confiaba en su inspiración y que el nombre que ella sintiera estaría bien para mí.
Entonces Andrea, dejando de lado los libros con nombres, explicaciones y orígenes, sintió una inspiración y me dijo: «Nina! qué te parece Nina?» los dos sonreímos. Nos gustó a los dos mucho como no nos había gustado ningún otro nombre. Además, el nombre había aparecido por la inspiración de Andrea. O eso pensamos en ese momento.
«Nina Rinaldi» tenía personalidad, no era común sin ser estrafalario, concordaban el nombre y el apellido, ambos italianos… Estábamos felices con la elección y estábamos muy de acuerdo que no habría segundo nombre: sería solamente «Nina Rinaldi»
Un domingo al mediodía almorzando con Marisa, mi suegra, preguntó si ya teníamos el nombre. «Nina» respondió Andrea. Mi suegra aprobó: «Nina Rinaldi, bien italiano. Nina… y qué significa el nombre Nina»?

Nos miramos con Andrea… tanta intuición que nunca nos habíamos puesto a mirar qué significaba! los tres nos pusimos a buscar con curiosidad tratando de descular qué significaba el nombre que llevaría nuestra hija.
Cuando encontramos la respuesta no lo podíamos creer! Decía «Nina, nombre italiano. Origen del nombre Nina: Surge del diminutivo de Anna (Anina)». Al final mi vieja había no había resistido la negativa de su nombre y nos rebautizaba a la nena con su diminutivo!


Unos años después, al referirle esta historia a mi tía materna de Italia ella me diría: «Y vos te acordás de cómo te llamaba tu madre? Nani, es decir: Nina al revés». Es verad. Creer o reventar.
Y
Pese a nuestros temores del principo, aquella señal de la virgencita del Cerro se cumplió y el embarazo de Andrea transcurrió tranquilo, más allá de las jeringas que debía ponerse cotidianamente en su panza, Andrea no tuvo que hacer reposo ni nada. El embarazo fue angelado.
Cuando ya nos acercábamos al termino, dos meses antes de Nina, nació Valentín su «primo mellizo». La noticia, además de llenarnos de alegría nos permitía vislumbrar lo que se acercaba a nuestras vidas.

Andrea estaba feliz: y yo viendola con este bebé, podía imaginarme cómo sería la imagen que más vería durante el próximo año.

Y llegó también el último control: Andrea siempre lo recordó toda su vida por un grito mío: «Le veo la carita! es hermosa!»

En la última resonancia de repente pude ver cómo la imagen se aclaraba y su rostro se me revelaba: pude verle un instante clarita la carita a mi hija antes de nacer! Cuando saqué la foto ya no se veía más… y depués se empezó a chupar el dedo!

Pero bueno: atrás quedaban los temores y la angustia… ahora todo era ansiedad! quedaban apenas días para el momento más esperado en nuestras vidas. Pero de eso les hablo -si Dios quiere- la semana que viene.
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marianorinaldi Ver todo
Periodista. Cronista.
Conduzco de "La Semana que Viene" programa que se emite por Radio Simphony.
También trabajo en el programa "En la trinchera" de Radio Led.
Fui Cronista de "El Exprimidor" (2002 hasta su finalización en 2019) reemplazando a Ari Paluch en la conducción en varias ocasiones.
Cronista de "El Rotativo del Aire" de Radio Rivadavia (entre 2001 y 2010).
Acreditado en Casa de Gobierno (2003/2018).
También Cronista y asesor parlamentario.
Realicé coberturas nacionales e internacionales como enviado por ejemplo al rescate de los mineros en Chile, Elecciones en España y Paraguay, Aniversario del Atentado de Atocha en Madrid entre otras cosas.