La Cartera

Sobre la mesa del living de casa está la cartera de Andrea. Tal cual ella la dejó, así sigue estando. En el interior, la billetera intacta: con billetes, documentos y tarjetas, que ya no valen, pero allí están. Esa cartera quedó como testigo de ese tiempo: del día en que no se pudo levantar por una gripe, del que se la llevaron al sanatorio para curarla y desde donde ya nunca volvió.

Miro esa cartera sin comprender por qué sigue ahí: no sé por qué no he podido tocarla. Es como si tuviera miedo de faltarle el repeto, de que ella pudiera volver y no encontrarla igual. O como si me doliera en el cuerpo tocarla.

Lo único que sé es que he fracaso en cada intento de hacer algo con esa cartera, de sacarla de ahí, de la mesa del living desde donde preside la casa.

Me doy cuenta de que todavía no estoy listo para tocar esa cartera. No importa que hayan pasado cinco meses. Todo sigue igual desde que mi mundo estalló.

Pienso entonces que la cartera sigue ahí, pero no porque no pudiera tocarla. Me doy cuenta de que en realidad, para lo que no estaba preparado era para perder a mi amor así: tan tempranamente, sin señales, de un día para el otro.

No lo estaba, sigo sin estarlo y no podría decir que algún día vaya a poder hacerme a la idea de que Andrea partió.

Solo sé que cada día nos aleja de nuestro último momento juntos.

Solo espero que cada día nos acerque a un reencuentro de eternidad compartida.