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Nuestra historia de amor 27: «2019, año de comienzos»

Todo llega alguna vez y así llegó el primer día de clases de Nina: Ese miércoles 27 de febrero de 2019, con dos añitos y seis meses nuestra «Totita» arrancó la «salita de 2». Solo quienes son padres (y me atrevería a decir después de haberlo buscado mucho) podrán comprender la emoción que significó esto para nosotros.

Ese día nos tomamos un Uber desde nuestra casa en Florida para llegar al colegio: teníamos una felicidad que no nos cabía en el cuerpo de ver a nuestra Totita «vestida de colegio».

Al entrar al patio encontramos a Claudia, la directora que había inclinado la balanza de nuestra decisión por este lugar y a quienes serían sus futuros compañeritos de jardín. La mayoría de ellos «a upita» como Nina.

Entonces Claudia tomó el micrófono y empezó a organizar todo para el acto: Finalmente tendríamos que dejarla a Nina sola (es decir sin nosotros) con su maestra y sus compañeros… se la bancaría?

Como siempre en estos casos habría una «adaptación» que consistía en que alguno de los padres se quedara en el colegio una hora -aunque no a la vista de los chicos- por si se ponían mal o había que retirarlos. Andrea nunca me consultó al respecto: estaba claro que ELLA era quien se quedaría.

Nina nunca necesitó de esa adaptación y la verdad era que no nos sorprendía porque siempre ella en la plaza o en cualquier lado se juntaba sin problemas a jugar con cada nene con el que se cruzaba.

Su primera maestra fue «Dai» por la mañana, mientras que por la tarde sería Maggy: dos maestras que dejaron recuerdos imborrables!

El otro tema que no nos sorprendía de Nina era su «capacidad artística». Si bien es cierto que había antecedentes familiares, ella disfrutaba mucho (y aún lo hace) de pintar y dibujar con sus tíos artistas.

Diego, el hermano menor de Andrea era dibujante y su pareja Karina, pintora. Nina disfrutaba verlos creando y ella también quería dibuijar y pintar. Con el tiempo demostraría haber salido a su tío por dos cosas: su gusto por el dibujo y por insistir en querer tener un loro.

Con el entusiasmo por esta nueva etapa de Nina resurgió el impulso por mudarnos: Con el depto de Andrea ya vendido, estábamos solamente a la venta de la casa de mi abuela para poder comprar y mudarnos.

La parte de mi madre, que nos correspondía a nosotros era un tercio del valor de la casa. Con ese tercio, más el departamento de Andrea esperábamos poder mudarnos a un lindo PH en Florida o Vicente López, más cerca que San Isidro de la Capital y de nuestras obligaciones laborales.

Habíamos cambiado dos veces de inmobiliaria y entonces mi tía de Italia, que ha sido en mi vida una especie de angelito de la guarda, me sugirió cambiar a una inmobiliaria determinada. Y así lo hice. Pero la casa seguía sin si quiera tener ofertas. Es cierto que era una mala época, sin valor de referencia

Teníamos vistos varios lugares, pero ninguno que nos satisfaciera del todo: al que tenía buen interior le faltaba patio o jardín, algo que era indispensable para nosotros. El que tenía todo se alejaba de la zona que pretendíamos o tenía algún otro problema: parecía haber una brecha entre lo que nos gustaba y lo que podíamos comprar.

De repente apareció de la nada una sorpresa: la vimos yendo al jardínde Nina ya que… estaba a media cuadra de su colegio!

Screenshot

Era un PH que tenía todo el espacio que necesitábamos y más, además una terraza con quincho y no necesitaba hacerle nada… era ideal para nosotros! pero se nos iba por unas decenas de miles de dólares de presupuesto que tendríamos si la casa de mi madre se vendía a lo que pedíamos, que al menos ahora sí estaba a un precio realista y ya tenía algunas visitas.

Entonces la de la inmobiliaria nos dijo: «está por arriba del valor y no tuvieron ninguna oferta: hagan su oferta a ver qué pasa»

El tema es que para poder ofertar lo que nosotros disponíamos para la compra todavía nos faltaba vender la casa de mi madre: Nos faltaban 20 mil dólares! un montón de guita para nuestra coitidianeidad, pero no tanta para la compra -venta de una casa… será que conseguiríamos esa plata antes de que este lugar que tanto nos gustaba, en una linda zona y a media cuadra del colegio de Nina se vendiera a otras personas?

Nos pusimos en campaña para tratar de conseguir la plata: era un préstamo grande, pero teníamos con qué responder: ni bien se vendiera la casa de San isidro, nuestro prestamista cobraría. Parecía fácil, pero pudimos comprobar que no lo era: uno a uno parientes y amigos nos fueron contando de las dificultades que ellos mismos afrontaban.

Cuando ya estábamos por darnos por vencidos apareció una amiga que nos demostró que cuando alguien realmente quiere hacer algo, lo hace: Claudita, amiga de Andrea le dijo que tenía la plata, pero Uruguay… pensábamos que eso era otro «No» más, sin embargo nos dijo que si Andrea la iba a buscar, se la prestaba. Ese mismo día compramos los pasajes

Eran 20 mil dólares cash: se necesitaban dos personas. Entonces ella fue con Graciela, otra amiga a pasar el día en Colonia y buscar la plata mientras yo -cómo lo hacía todos los días- me quedaba cuidando a Nina.

Los nervios que pasé esa tarde nunca los olvidaré: monitoreando desde casa el buquebús de ida y el de vuelta en el ipad: mandándole uno de los remises con los que yo trabajaba a buscarlas al puerto, remís que nunca llegó «por un embotellamiento» y ya siendo de noche… teniendo que tomarse un auto de aplicación en la calle y con la guita encima! A un mísero choreo de calle de que todo se cayera, pero gracias a Dios, todo salió bien.

Al día siguiente corrimos a hacer nuestra oferta que, visto lo que pedían era una baja agresiva del precio, aunque en cambio. viendo lo que parecía ser el valor real, era una negociación razonable… qué pasaría?

La mujer de la inmobiliaria nos dijo que los propietarios aceptaban el precio, pero faltaba el acuerdo de los hijos. Sentí miedo porque cuando las decisiones se toman entre tantas cabezas suelen complicarse.

Y así fue: el día que vencía el plazo para responder, la mujer de la inmobiliaria nos dijo que -por los hijos a los que le parecía que ofertábamos muy barato- rechazaban la oferta…

Qué decepción! ya nos veíamos viviendo en esa casa: cada día al ir y volver del colegio con nina pasábamos por la puerta y la mirábamos. Ahora estaba perdida.

Fue tan grande la tristeza y estábamos ya tan agotado de la falta de espacio, de estar tapados de cosas, con la practicuna de Nina en medio del living comedor y sin casi poder caminar, que pese a lo inconveniente que nos resultaba la distancia de nuestros trabajos a San isidro, decidimos mudarnos allá y ver si comprábamos el resto de la casa o un auto hasta que apareciera otra posibilidad en la zona que nosótros queríamos.

Era claramente un chino, pero ya habíamos llegado al límite de nuestra tolerancia… y del espacio de guardado!

Pero el día que tomamos la decisión de mudarnos a San isidro, nos volvieron a llamar de la inmobiliaria para decirnos que si la oferta seguía en pie, la aceptaban…

Al fin podríamos mudarnos! y a la casa que queríamos!

pero de eso les hablaré -Dios mediante- la semana que viene.

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marianorinaldi Ver todo

Periodista. Cronista.
Conduzco de "La Semana que Viene" programa que se emite por Radio Simphony.
También trabajo en el programa "En la trinchera" de Radio Led.
Fui Cronista de "El Exprimidor" (2002 hasta su finalización en 2019) reemplazando a Ari Paluch en la conducción en varias ocasiones.
Cronista de "El Rotativo del Aire" de Radio Rivadavia (entre 2001 y 2010).
Acreditado en Casa de Gobierno (2003/2018).
También Cronista y asesor parlamentario.
Realicé coberturas nacionales e internacionales como enviado por ejemplo al rescate de los mineros en Chile, Elecciones en España y Paraguay, Aniversario del Atentado de Atocha en Madrid entre otras cosas.

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