Nuestra historia de amor 31: Encerrados

Imaginate que finalmente un día conocés a la mujer que te hace volar. Que todo en ella te gusta: su sonrisa, su cuerpo, su forma de ser, su sensibilidad, su dulzura… en fin: su belleza! Imaginate además que ella -de alguna misteriosa manera- también se enamora de vos. Entonces empiezan a vivir juntos compartiendo planes, sueños, alegrías. Imaginate que se casan y eso lejos de deteriorar la convivencia le da más profundidad a la relación. Y dios los bendice con la hija que tanto soñaban. Los años van pasando, la hija creciendo y los planes mudando, pero al amor sigue casi igual: menos novedoso, pero más luminoso. Ahora imaginate que esa persona que sabe exactamente qué sentís con apenas una mirada, esa que piensa en vos y te da motivos para vivir con alegría cada día, en una mitad de año cae enferma con una aparente gripe que termina siendo una miocarditis que se la lleva en tres días. Imaginate que así de la nada, te quedás sin tu otra persona más importante: tu amor, tu compañera, la mamá de tu hija. Tu mundo ya no existe más como existía y ahora quedaste solo con tu hija y los duelos de ambos. Si podés imaginarte todo eso, entonces podés darte una idea de cómo hemos estado sobreviviendo estos últimos nueve meses.

El domingo 15 de marzo, un día después de regresar de Brasil, fuimos al cumple de «Ojitos» mi sobrina y ahijada, prima de Nina. La mitad de sus amigas no asistieron y el monotema entre las madres era si habría colegio o no por «el coronavirus». Esa misma noche hubo anuncio conjunto: El presidente, el gobernador de la provincia y el jefe de gobierno de la Ciudad ordenaban que para evitar los contagios, las clases se suspendieran hasta nuevo aviso…. Cómo íbamos a imaginarnos que Nina no pisaría el colegio en todo ese año?!

Y esto apenas estaba comenzando: cinco días después, el viernes 20 se anunciaría la cuarentena. Resulta increíble recordar ahora el clima en que se vivía. Ese lunes salí a hacer un móvil cerca de casa y colegas entre asustados y asustantes me «indicaban» que yo no podía estar en la calle proviniendo de Brasil. Ellos sí estaban en la calle, pero… yo no podía!
Lo cierto es que en ese entoces Brasil tampoco había tenido casos aún y habíamos pasado los controles estando en las mismas condiciones que el resto de la gente en Buenos Aires, pero esta psicosis que recién comenzaba sacaba lo peor de las personas.
Un vecino que me vio salir a hacer las compras, llamó a la policía. Tuve que mostrar toda mi documentacion de migraciones aprobada cuando reingresamos. Lo peor es que no existía todavía impedimento, más que el distanciamiento y el barbijo, pero a la gente le estaba pegando muy mal.
Lo que realmente me detuvo fue el temor de Andrea, que me pidió que ya no saliera a trabajar a la calle no por venir de Brasil como pensaban los burros, si no por el riesgo de contagiarme acá, ya que ella sabía que nosotros veníamos de otro mundo, de un interior de aire libre y el «riesgo coronavirus» para nosotros empezó al tocar suelo argentino.
Así que llegué a hacer un solo móvil con el DOT cerrado por coronavirus y volví a casa.
Con la cuarentena empezó también la prohibición de salida para los que no tenían trabajos esenciales. Nunca nos cansamos con Andrea de agradecer que algo tan espantoso nos hubiera agarrado recien mudados: podíamos disfrutar de nuestra terraza y de nuestra casa bastante más grande que el PH anterior. Todavía ní nos imaginábamos por todo lo que deberíamos pasar ese año!
Para pasar el mal momento, con Andrea recordábamos aquellas noches soñadas que veníamos de pasar hacía apenas unos días en «nuestro» balcón frente al mar de Peró, con unas caipirinhas que ella sabía preparar excelentemente. Eso duró mientras la botella de «cashasa 51» se mantuvo con vida.

Empezaban a imponerse algunos de los hits del encierro: uno de ellos eran los encuentros virtuales, como por ejemplo los que mantenían mi hermano del alma, Rulos con sus hijos. En algunos supe participar junto con el concertista Ariel de Vedia, conocido por sus amigos como «Felice».

En estos principios de cuarentena el miedo era generalizado y el «quedate en casa» se cumplía a rajatabla. Ver desde la terraza de casa a las palomas caminando por la general paza al mediodía es una imagen que no olvidarpe nunca!
Pero los días pasaban y Andrea se preocupaba por Nina: cómo darle actividades o algo que supliera su falta de jardín de infantes? Por eso, apelando a su afinidad con el arte, lo primero fue empezar a pintar y dibujar juntas.


Pero había pasado un mes y las clasesno empezaban, así que desde el colegio nos avisaron que empezarían con las clases virtuales por zoom.
Andrea me hablaba de su preocupación porque sabía que Nina no entendía lo que eso significaba, era todavía incapaz de comprender que lo que veía en la pantalla eran sus amigos. Pero bueno, Andrea genio y figura, allí estuvo junto a su pequeña asistiendo a clases de jardín de infantes!
La verdad es que le poníamos toda la onda y disfrutábamos de estar juntos como siempre, pero las cuarentenas se iban prolongando y apilando yde la misma manera se sumaban las deudas y los gastos sin que pudiésemos trabajar ni hacer nada al respecto.

Andrea estaba obligada a tener su estudio de yoga y pilates cerrado, pero el alquiler de semejante lugar en Palermo debía pagarse. Mientras tanto nadie sabía cuántos muertos produciría el coronavirus que ya empezaba a acumular víctimas en Argentina.
Así se iban los primeros dos meses de encierro en nuestro país: las defensas estaban altas, pero a todos nos intrigaba saber si esta especie de vacación forzada en la que vivíamos terminaría pronto como una anécdota o nos llevaría puestos como pasaba en regiones de España e Italia en donde los muertos no cabían en las morgues.
Ante este panorama y sin alternativas, optamos por seguir con nuestra «nueva realidad» y Andrea combinaba clases personales con Nina con nuevas ideas como empezar a trabajar en remoto por internet experimntando ella misma cómo sería tomar cases virtuaes de yoga o Mindfullnes, algo que lejos de cubrir los gastos, le daba un 25% de sus ganancia habituales… pero al menos era algo!

Yo la veía experimentar con diversas profesoras posibles clases remotas y me conmovía verla luchar como una leona que era para proteger a su empresa, su personal y a su familia.

su cable a tierra era jugar con Nina y terracear conmigo: desde un asadito hasta unas caipirinhas, con los matecitos de la tarde en donde compartíamos nuestra día a día, planes temores y proyectos.

Nos dábamos cuenta de estábamos internándonos en un pozo muy profundo donde no parecía verse al menos por un tiempo largo, una luz de salida. Nos dábamos cuenta también de que esto ponía en crisis nuestro mundo, nuestras fuentes de trabajo, pero al menos…. estábamos juntos!

A mi me bastaba ver su sonrisa para comprender que el mundo todavía tenía sentido, aún cuando una verdadera amenaza en ciernes sobrevolara nuestra felicidad, pero de eso les hablaré dios mediante, la semana que viene.

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marianorinaldi Ver todo
Periodista. Cronista.
Conduzco de "La Semana que Viene" programa que se emite por Radio Simphony.
También trabajo en el programa "En la trinchera" de Radio Led.
Fui Cronista de "El Exprimidor" (2002 hasta su finalización en 2019) reemplazando a Ari Paluch en la conducción en varias ocasiones.
Cronista de "El Rotativo del Aire" de Radio Rivadavia (entre 2001 y 2010).
Acreditado en Casa de Gobierno (2003/2018).
También Cronista y asesor parlamentario.
Realicé coberturas nacionales e internacionales como enviado por ejemplo al rescate de los mineros en Chile, Elecciones en España y Paraguay, Aniversario del Atentado de Atocha en Madrid entre otras cosas.