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Nuestra historia de amor 48: Epílogo.

Inmediátamente después de recibir la noticia en el sanatorio y mientras mis piernas cedían, con mi espalda rozando la pared y cayéndome léntamente al piso, me dí cuenta de que mi vida como la concebía desde hacía muchos años, ya no existía más. Ese amor, ese calor, esa dualidad, esa sinergía de ser dos multiplicándonos ante cualquier adversidad, ya no estaría nunca más. La alegría que había borrado toda melancolía de mi ser, se había acabado de manera tan inesperada como absurda. Sentí que así no tenía más ganas de seguir viviendo, pero de verdad: como solo puede sentirlo una persona que acaba de ser arrojada al abismo de un duelo agudo por una pérdida tremenda de esas que no todas las vidas conocen. Y mientras pensaba en dejarme morir, vino a mi mente la carita de Nina. Pensé que no iba a necesitar un papá si no una especie de superman sin capa, que yo no era. Pero ese pensamiento, finalmente, me devolvió a la vida.

Poco antes de cumplirse las 24 horas de que nos cayera el misilazo de la muerte de Andrea, Nina y yo estábamos entrando a una sala velatoria e pocos metros del cementerio de San Fernando.

En ese momento, el peor de mi vida, vi muchos porfesores de la empresa de ella, que ya habían llegado. Ahí me dí cuenta -en ese estado que llamaría de «cabeza volada»- que tenía sueldos y alquileres a los que hacer frente.

Así fue que en el peor momento de mi vida, tuve que hacerme cargo de su empresa «su otra hija». Algo de lo que yo solo tenía retazos, comentarios de ella a lo largo de los años, pero que jamás me había propuesto manejar de verdad.

Pero el cariño de Andrea se vio reflejado en su gente: todos sus profesores respondieron con un amor y un compromiso que emociona.

Otra prueba para la que me quedaba solo era cuidar a Nina, que ya tenía algunas dificultades de aprendizaje que habíamos afrontado con su madre. Por eso tuve que tramitar varias cosas, pero hoy, Nina cuenta con una maestra acompañante además de otras terapeutas que la ayudan.

Finalmente quedaba nuestro duelo: nuestras terapias. Cómo poder transitar este momento impensado para los dos en el que obigadamente estábamos?

Es difícil explicarle a alguien que no experimentó un duelo agudo lo que esto significa. Es imposible que comprenda tanta oscuridad  aquel que no sufrió la pérdida de una pareja en una viudez temprana como la mía, o la de un hijo, o la del chico que perdió un padre. No puede sentir el agujero que te queda en el pecho.

Ya puede uno estar solo o rodeado de una multitud, que se siente sin embargo un vacío en el alma que es imposible de trasmitir.

Y así todo el tiempo, todas las horas, todas las mañanas, todas las tardes, todas las noches, todos los días.

En este año que pasó mis dos mejores amigos fueron mis lentes oscuros y los pañuelitos de papel descartable: puedo decir sin temor a equivocarme que no hubo un solo día que no doliera, en el que no llorara.

Me dicen que una persona en un duelo agudo es totalmente inestable, que vive en una especie de montaña rusa: Eso experimenté este año, la impresión de que podía estar en el momento más alto y de repente irme para abajo como si fuera una especie de tirabuzón y al rato estar otra vez al nivel del suelo… del llanto a la risa en cuestión de segundos y por los resortes más insospechados.

Por ejemplo, sigo llorando cada vez que voy al supermercado. Y extrañamente no es por los precios. Se ve que es un lugar en dónde preparábamos algunos momentos nuestros. Se ve que fueron muchos años de hacer las compras juntos, pero… al punto de llorar por entrar a uno? y si. Por absurdo que parezca.

Esta ha sido mi nueva normalidad desde el 20 de julio de 2024. Tratando de que Nina, que al principio tenía un bloqueo tal que no hablaba nada de su madre ni siquiera para decir que la extrañaba, no notara que su padre estaba roto.

Sin embargo mi hija me hacía saber que me extrañaba y que no quería ir al colegio, separándose de mí. Claudia su maestra de ese momento -una genia total- me decía «es lógico con lo que le pasó a la mamá tiene miedo de dejarte y que a vos pudiera pasarte algo y no volvieras a buscarla» cómo no entenderla, pobrecita?

La verdad es que veo hacia atrás los caminos recorridos a partir de la muerte de Andrea, de un año a esta fecha y me parece estar caminando por los mismos arrabales del infierno. Y sin embargo, acá estamos.

Como dije la semana pasada: tengo la certeza de que en momentos fue una mano invisible de Andrea la que me empujó a seguir adelante. En otros momentos fueron los abrazos concretos de mi familia, amigos y compañeros que me hicieron sentir su apoyo. Pero solo no hubiese podido llegar hasta acá.

Todas las amigas de Andrea por separado me dijeron lo mismo: «Ella siempre hablaba de lo orgullosa que estaba de haberte elegido como papá de su hija, siempre hablaba de lo buen padre que eras».

No sé si lo sabrán o no, pero ese comentario tan repetido por distintas bocas y tan original de la boca de ella, fue mi principal impulsor para pensar que no le podía fallar a Nina, pero sobre todo… que no le podía fallar a Andrea! a mi amor! con este que fue siempre nuestro sueño y hoy es nuestra realidad.

Dicen que el duelo es proporcional al sentimiento o a la pérdida. Si fuera así, literalmente estoy perdido, pero también me dijeron que el mismo amor de Andrea, ese por el sufro tanto, será el que me termine rescatando.

Ahora mi realidad es poder vivir día por día separando lo que es el dolor por la ausencia y la pérdida de Andrea -que es irreparable- de lo que son los problemas cotidianos -que sí tienen solución- aunque ahora parezca todo muy cuesta arriba.

Con las necesidades que me impuso esta situación: empezando por la de buscar un nuevo trabajo que me permita estar presencialmente mientras Nina está en el colegio y después poder trabajar virtualmente. Sé que es difícil, pero qué otra cosa puedo hacer al menos por los próximos años hasta que sanemos, Nina crezca y pueda quedarse un poquito sola?

Durante este año me he sentido parte de algo peor que una pesadilla: algo de lo que no hay despertar ni salida. Algo que estará conmigo mientras viva.

La persona más importante de mi vida pasó a otro plano, nuestro amor se sublimó, pero tengo que aprender a vivir con esta nueva realidad.

Por eso le pido cada día a Dios que aumente mi fe para aceptar sus tiempos divinos que no son los míos. Le pido la gracia de volver a evocar a Andrea con una sonrisa, como siempre fue. Y le agradezco por la inmensa fortuna de haberla tenido en mi vida.

El amor no muere nunca.

TELESHOW

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Periodista. Cronista.
Conduzco de "La Semana que Viene" programa que se emite por Radio Simphony.
También trabajo en el programa "En la trinchera" de Radio Led.
Fui Cronista de "El Exprimidor" (2002 hasta su finalización en 2019) reemplazando a Ari Paluch en la conducción en varias ocasiones.
Cronista de "El Rotativo del Aire" de Radio Rivadavia (entre 2001 y 2010).
Acreditado en Casa de Gobierno (2003/2018).
También Cronista y asesor parlamentario.
Realicé coberturas nacionales e internacionales como enviado por ejemplo al rescate de los mineros en Chile, Elecciones en España y Paraguay, Aniversario del Atentado de Atocha en Madrid entre otras cosas.

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