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Nuestra Historia de amor 7: Una pérdida irreparable

Qué suave iba la vida entre mate y mate con vos, mi amor: las penas se diluían y las alegrías se duplicaban. De entre todo lo que soñamos juntos, nuestra chinita que crece a pasos agigantados. Si existe una luz, sé que estás ahí. El amor no muere nunca. Te amo.

Nuestro viaje a Rosario dejaba puertas abiertas: por un lado la esperanza fundada en la profecía del Padre Ignacio de que tendríamos un bebé, por el otro la ardua tarea de ver cómo podíamos llegar a acceder a los costosísimos tratamientos de fertilización que necesitabamos.

Mientras tanto, nuestra vida habitual seguía con nuestros trabajos, problemas y planes de pareja entre los que siempre asomaba algún viaje. Y este tiempo no era la excepción. Como ya dije anteriormente: la pasábamos extraordinariamente juntos y de no haber sido por el reloj biológico que nos apremiaba, hubiésemos seguido los dos solos «de novios» diez años más.

Pero una sorpresa llegaría a fines de ese 2012. Sucedió en un festejo de LAN al que estaba invitado junto con un centenar de colegas, si no recuerdo mal, en la sede de Costa Salguero. El gran gancho de esos festejos era -además del evento social y la rica comida y bebida- que se sorteaban viajes y estadías a diversos lugares del mundo.

De hecho, a principios de nuestra relación, nos habíamos ganado un viaje a Salta con estadía en un hotel boutique hermoso por un fin de semana largo.

Sin embargo este 2012 me tenía una sorpresa mayor: sortearon un viaje con una semana en un all-inclusive en Punta Cana… y me lo gané! recuerdo las puteadas de mis compañeros pidiendo que anularan un premio porque yo ya había ganado otro viaje hacía un par de años.

Tras el festejo tipo «estudiantes secundarios» con amigos y las felicitaciones de los colegas se acercó una mujer:

-«Hola, soy de Meliá… sabés lo que te ganaste?»

-Si- le respondí -el vuelo a Punta Cana con una estadía en un «all inclusive»para dos.

-No -respondió la mujer- es un «Lux – inclusive» es más que un all inclusive… ya vas a ver lo que es!

Resultó ser un all inclusive de lujo cuya tarifa por un día nos hubiese resultado impagable… y teníamos una semana gratis en Punta Cana y en ese lugar!

Recuerdo que la llamé a Andrea que esa tarde estaba haciendo un curso para emprendedores del Gobierno Porteño junto con Alicia, su amiga uruguaya. Le dije: «Amor, a que no sabés lo que gané?» Me costó que respondiera, la sorpresa era tan grande que Andrea no sabía si la estaba jodiendo o le estaba hablando en serio.

Sentí la voz de su amiga de fondo preguntando qué pasaba y la de ella respondiendo «Mariano se ganó un viaje y estadia en Punta Cana». La respuesta se oyó clarita: «Qué hijo de puta»

Con la novedad del viaje ganado que haríamos recién a mediados de año, ese verano de 2013 optamos por hacer apenas un par de escapaditas al que arrancó siendo nuestro destino más frecuente: Uruguay.

Nos fuimos un finde largo a Punta del Este para hacer u poco de playa y otro finde largo a Colonia, a una casa de campo de sueño que había encontrado… si, Andrea!

En Punta del Este pasamos unos días en un departamento que nos prestaba Alicia, nuestra amiga oriental. Fueron días de playa y mate y noches de terraza y asado.

El otro viaje como dije, fue a Colonia. Pero como a Andrea no le gustaba mucho repetir los destinos había encontrado una vuelta: había descubierto una casa de campo hermosa en las afueras de la ciudad.

En esa casa de campo pude presentarle a Andrea mis animales preferidos después de los perros: los caballos. Recuerdo la alegría en su rostro al empezar a conocerlos y disfrutarlos: “Yo me crié con mi mamá y mi abuela y ellas les tenían miedo y me decían de alejarme de ellos” me decía. Y era verdad: su padre había dejado a la familia al tiempito de nacer Diego, el hermano menor de Andrea, por lo que su madre como tantas otras mujeres, lamentablemente debió ser el único sostén de su familia.

Lo cierto es que de ahí en adelante, Andrea añadió a estos personajes de cuatro patas a la lista de sus amigos animales. En el futuro había muchas alegrías más con caballos.

Les dejo por acá un video que ilustra el clima en el compartimos aquellos días de descaso.

Finalmente llegó julio, y con el mes invernal de Buenos Aires, llegó nuestro viaje a otra realidad: la cálida belleza tropical de la República Dominicana.

Ese viaje a Punta Cana se convirtió en nuestra segunda luna de miel. Nunca olvidaré lo que fue llegar a ese «Paradisus»: un resort impactante con sus mármoles brillosos, su olorcito rico y su música chill de ambiente.

Andrea, como auténtica «fama» acostumbrada a la planificación, fue reservando cada cena en un restaurante diferente de los distintos tipos de comida que ofrecía el resort. Así tuvimos cena mexicana, thai, japonesa, italiana… y como estábamos en julio, hasta una de festejo por la independencia de los EE.UU. a la que nos invitaron junto con los huespedes gringos, que eran mayoría.

Decía que fue nuestra segunda luna de miel porque no nos separamos ni un minuto, disfrutando de mañanas y tardes de playa. Después, a la hora de la caída del sol ( el momento de la mejor luz) solíamos tomarnos fotos y por las noches íbamos al boliche en donde los gringos solían bailar en línea con una coreo distinta para cada tema de moda.

Fueron todas noches largas, de madrugadas románticas y amaneceres luminosos. Pero lo bueno termina y tuvimos que volver.

Veíamos que se iba otro año sin poder tener un hijo y tomamos una decisión que creímos fundamental para nuestra familia en ese momento. Y ahora, viéndolo retrospectivamente… sí que lo fue!

Dejaríamos todo proyecto subordinado al más importante, el que no podía esperar: ser papás!

Así empezamos a averiguar posibles créditos, préstamos o lo que fuera para poder acceder a esa fertilización asistida que tan cara salía.

Por aquellos días hablé con mi vieja, que se debatía entre sus ganas de ser abuela y la posibilidad de perder -momentáneamente claro- sus ahorros en «la patriada».

Mi vieja era la persona más desprendida que yo conocía y a la que había visto hacer regalos y dar ayudas increíbles a gente muchas veces no tan cercana, sin ser ella una mujer de fortuna.

Alguien la visitaba y le decía -Anna! Qué hermosa chalina!

-«Te gusta? Te la regalo!» Así era ella.

Pero un martes de octubre recibí un llamado infrecuente de mi tía de Italia. “Mariano, hace tres días que me quiero comunicar con tu mamá y no atiende el celular. Vos sabés algo?”

El llamado me dejó helado: recuerdo que estaba cerca de la cancha de River y desde allí salí volando a su casa en San Isidro.

Yo la había visto por última vez hacía tres días: el sábado a la salida de la radio, que también estaba en San Isidro, había pasado por su casa. Estaba bien. Habíamos tenido una charla hermosa repasando nuestra historia juntos y sus dificultades. Hablamos de cómo habíamos superado tantos escollos y estábamos al día el uno con el otro. Si tuviera que elegir una charla para ser «la última» hubiera elegido la de ese sábado.

Al llegar el panorama no pudo ser peor: estaban la radio y la luz encendidas y la llave puesta desde adentro. Le pedí permiso a un vecino y salté por la medianera a su jardín.

La puerta de la cocina estaba abierta. Recuerdo que en mi desesperación pensé: “Ojalá que la hayan robado y esté atada y amordazada” ante ese panorama, esa parecía la opción menos mala.

Pero no fue así: la encontré tirada junto a su cama. Finalmente su castigado corazón no había aguantado más. Había muerto posiblemente el domingo siguiente a nuestro último encuentro.

Entré en shock. Apenas pude llamarla a Andrea, que a los pocos minutos ya estaba a mi lado organizando todo para que yo estuviera lo más aliviado posible.

Mi madre era una mujer joven que acababa de jubilarse. Un mes duró en la etapa pasiva, tras toda una vida de trabajo. La quietud no le sentaba bien.

Una sola cosa me había pedido mi madre: “Si me pasa algo prométeme que vas a cuidar a mis perros”

-Pero mamá, qué te va a pasar?

-Prometémelo!

-Bueno, está bien.

Mi vieja tenía dos perros levantados de la calle: un atorrante vagabundo conocido en todas las carnicerías de San Isidro, que ya en su etapa final la había elegido para tener guarda y refugio.

La otra era una perra negra brava de la que se había apiadado porque según ella “en el río le tiraban piedras”. Lo que mi vieja omitía es que dicha acción se producía porque esa perra mordía a la gente. De hecho a mí un día, sin que le hubiera yo hecho nada, me atacó de atrás a los talones y me dejó sangrando.

Estaba ante un dilema: Por un lado le había prometido cuidarlos a mi madre que me dejaba una casa y unos ahorros y a cambio solo me había pedido que me encargara de esas fieras. Por el otro lado sentía que no podía hacerle eso a Andrea: nosotros vivíamos con Titi, nuestra humanizada hija caniche, en un PH de 60 metros cuadrados, pero de dos plantas de 30, siendo que arriba estaban los dormitorios, por lo que realmente vivíamos en 30 metros cuadrados, es decir un espacio chico para dos personas y tres perros. No podía meterle esos dos perros así como así.

Pero Andrea, que estaba en todo, percibió la situación y fue ella quien trajo la solución:

De alguna manera dio con quien hoy es mi amigo: Jorge Pampita Montenegro, el «encantador de perros argentino». El papá de Fatiga y de Betún, el perro de los simuladores. Y como los Simuladores, él también «resolvía problemas».

Fue él quien trabajó con los perros (y con nosotros) hasta lograr una casi perfecta armonía. Fueron meses de laburo intenso, pero ciertamente fructíferos.

Pero el tema acá no es una mera cuestión de entrenamiento canino, si no el amor con el que Andrea aceptó la dureza del momento que me tocaba y la entrega con la que ella misma buscó y encontró una solución a la medida de tamaña circunstacia.

Así lo contó, con tanto cariño, el propio Pampita, relato por el que siempre le estaré agradecido.

Así íbamos llegando al final de 2013: otro año que se iba mientras las chances de ser padres parecían alejarse cada vez más. Sería que la cuestión económica tendría el poder nefasto de negarnos la familia?

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marianorinaldi Ver todo

Periodista. Cronista.
Conduzco de "La Semana que Viene" programa que se emite por Radio Simphony.
También trabajo en el programa "En la trinchera" de Radio Led.
Fui Cronista de "El Exprimidor" (2002 hasta su finalización en 2019) reemplazando a Ari Paluch en la conducción en varias ocasiones.
Cronista de "El Rotativo del Aire" de Radio Rivadavia (entre 2001 y 2010).
Acreditado en Casa de Gobierno (2003/2018).
También Cronista y asesor parlamentario.
Realicé coberturas nacionales e internacionales como enviado por ejemplo al rescate de los mineros en Chile, Elecciones en España y Paraguay, Aniversario del Atentado de Atocha en Madrid entre otras cosas.

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