Nuestra historia de amor 16: Bienvenida a la vida, amada y ansiada Nina!
Me dicen que no te fuiste lejos: que estás apenas a una oración de distancia. Me dicen que estás en la luz y que desde ahí velás por Nina y por mí. Que ahora sos nuestro angelito, que nuestro amor se sublimó y que nos ves como nos ven Jesús y la virgen. Nos mandás señales, sueños de gente que me cuenta cosas que solo nosotros sabíamos. Y aún en la tragedia es hermoso poder volver a sentirte de alguna manera. Sin embargo te sigo extrañando desesperadamente. A mi vida le faltan tus abrazos y todavía no consigo acostumbrarme a caminar los días sin estar a tu lado.

Y una mañana por fin llegó el día que tanto habíamos esperado: el momento con el que más habíamos soñado desde que supimos que pasaríamos el resto de nuestras vidas juntos en el amor más hermoso y puro.
Sabíamos de antemano que Nina nacería el 9 de Agosto porque por la trombofilia de Andrea, el parto tenía que ser a través de una cesárea programada.
El tema era que las jeringas que se aplicaba Andrea en la panza todos los días la mantenían anticuagulada y el último día antes (o par de días -no recuerdo bien) debía dejar de inyectarse para no irse en sangre en la operación. Así que el embarazo no podía ser a término para no correr riesgo de hemorragias, había que adelantarlo una semana o un poquito más y de esta manera poder suspender esa medicación con el tiempo necesario.
Todas estas cosas, que en principio nos hubiesen producido miedo pasaban ahora casi inadvertidas: estábamos tan felices de que por fin Nina saldría de su escondite y podríamos tenerla a upa, que lo demás importaba poco.
Recuerdos de esos días: Andrea quejándose de las patadas de Nina, de su movimiento casi constante. Recuerdo mío de hablarle a la panza: «Hola soy papá, cómo estás? te estoy esperando afuera. La temperatura por acá es de 12 grados: no salgás sin abrigo». Levantar la vista y encontrarme con la cara sonriente de ella muerta de ternura por los «mensajes radiales» que le mandaba a nuestra hja.

La cesárea programada tenía sus ventajas: al saber el día en que Nina nacería, Cacho el padre de Andrea, podría viajar desde San Luis. Ese día estarían todos los abuelos!
El 9 de Agosto mi viejo pasó a buscarnos por casa: A Andrea le habían dicho que no necesitaba casi nada para pasar esos dos ó tres días en «La Suizo» porque ahí «la hotelería» era muy buena, pero igual llevamos el bolsito. No recuerdo nunca que hayamos salido a pasar aunque sea una noche afuera de casa en la que Andrea no llevara un bolso (así sin «ito»).
Ni bien llegamos nos hicieron el ingreso y nos llevaron a la habitación. Allí tendríamos que esperar hasta la hora del parto, que sería pasado el mediodía.

Estuvimos juntos en la cama, tomados de la mano repasando cada momento icónico que habíamos atravesado juntos hasta llegar ahí: nuestra primera salida «fallida» que terminó en reencuentro de exalumnos, la primera vez con Titi tirada a sus pies, la mudanza juntos, el casamiento, los viajes, el padre ignacio, Salta… todo pasaba como una película ante nosotros.
De a poco fueron llegando los abuelos y nos fueron visitando en nuestra habitación durante aquellos últimos momentos de la «dulce espera».


Entonces el tiempo voló y cuando quisimos darnos cuenta, teníamos una enfermera golpeando a la puerta: «Vamos mami?» Andrea me miró con una sonrisa cómplice y un poquito temerosa. Me alisté para ir y la enfermera me frenó: «vos no. La vamos a preparar y cuando esté lista te llamamos».
Inmediatamente contacté a los abuelos que había salido a comer para que se fueran volviendo para la maternidad. Habrá pasado una hora cuando al fin la enfermera me vino a buscar a mí.
Me hicieron poner la ropa para entrar al quirófano y cuando al fin entré, me la encontré a Andrea acostada con una sábana levantada tipo biombo que no permitía verle de la cintura para abajo.
Me acerqué, le acaricié los cachetes y ella me sonrió. El médico me dijo que oodía «divagar un poco por la anestesia», pero Andrea no decía nada solo sonreía. De repente se puso efusiva, no recuerdo bien de qué hablaba hasta que el médico nos llamó a silencio con el grito:
-«Ahí viene! ahí viene Nina»
De detrás de la sábana levantada como biombo vi que el médico levantaba los brazos y de repente… Apareció Nina! Los brazos en cruz, los puños apretados y llorando con fuerza! Yo no lo sabía, pero estaba presenciando un anticipo del carácter de mi hijita. Entonces el médico se la puso a Andrea en brazos y yo las abracé. Por primera vez estábamos los tres juntos en este mundo!
Entonces, después de que Andrea pudiera tener unos instantes a Nina sobre su pecho, una enfermera se la llevó y me dijo «acompáñeme papi». La seguí y vi que detrás del vidrio esperaban juntos todos los abuelos.
La enfermera empezaba a lavar a Nina y tomarle unas medidas y hacer cosas de costumbre, cuando la puso debajo de una lámpara, de golpe se quedó callada. Me di cuenta de que algo no estaba bien y le pregunté qué pasaba. Me dijo: «Está amarilla, tiene que respirar y ponerse de color normal, debería pasar en unos segundos»
Volví a sentir otra vez aquello que nos pasó cuando en uno de los controles no se escuchaban los latidos del corazón de Nina: eran segundos que parecían horas. En la desesperación me asomé a una ventana y vi que estaban todos los abuelos: Mi viejo y su esposa, Marisa, Cacho y su esposa. Todos me saludaban como queriendo saber cómo habían ido las cosas. Me asomé y todos sonrieron y se acercaron al vidiro. Les hice gesto que esperaran. Yo no podía verme la cara, pero parece que no era mi cara más feliz, la de un feliz flamante padre.
Volví unos metros al lugar donde estaba Nina y la enfermera que me miró y me dijo: «ya está… se normalizó. A veces tardan un poquito». Sentí que me volvía el alma al cuerpo. Quería ir a ver a los abuelos, pero opté por esperar que la bañaran para que ya directamente pudieran verla a través del vidiro. Habrán sido 5 minutos.
Yo no podía darme una idea de lo mal que los había dejado a todos, porque mi cara de preocupación en esos segundos que aparecí era indisimulable y se quedaron re preocupados: Si para mí esos segundos hasta que Nina tomó el color normal fueron como horas… imagínense lo que habrá sido para los abuelos y padres de Andrea no saber qué había salido mal, ni mucho menos cuánto de mal!
Pero todo quedó en el olvido cuando volví a asomarme, ahora sonriente y con Nina a upa. Inolvidable imagen la de los abuelos chochos en el vidrio, mirando a su nueva nieta!
Marisa y Cacho me preguntaron por Andrea y ahí supe lo mal que la habían pasado por mi aparición en estado de desesperación momentos antes. Felizmente todo quedó en anécdota!


Un rato más tarde, nos reuníamos los tres en la habitación. Por primera vez estábamos los tres solos. Andrea iba recobrando su estado de conciencia normal tras la anestesia y no había forma de borrarle la sonrisa de la cara.

Cómo olvidar la ceremonia de «la primera teta?» Andrea viendo si Nina se prendía o no y yo derretido de amor.


Y de a poco fueron entrando los abuelos! al fin podían tenerla a upa! Yo miraba al cielo pensando en cuánto hubiera dado mi madre por compartit ese momento. Pero ahí estaban todos los demás abuelos familiares y políticos de Nina, con inmensas sonrisas en sus caras!




También llegaron los padrinos! Mi hermano Gustavo y Valeria o «la abe» más que una amiga, una cómplice de Andrea, que había tenido antes la ocurrencia de nombrarla a ella madrina de su primer hijo.


Y fueron llagando amigas como Florencia, Carmen y Silvia…



Gaby Carchak, nuestra «Celestina»

Directamente desde Córdoba «Los Morales» con la Eli, Orlandinho, Jere y Juan Cruz


Más famila: La tía Maru y la prima «Lu», los tíos Diego y Karina…


Finalmente otra amiga: Cielo que le trajo a Nina su primera Barbie… La Barbie Periodista!!!


A la mañana siguiente tocaron otra vez la puerta: «Mami, la querés pelar?» nos miramos con Andrea y…. bueno!


Fueron tres días internados en la maternidad: víctima de la precarización laboral que vivimos en las radios, debí tomarme vacaciones para poder asistir esa semana completa al nacimiento de mi hija. Yo decía que me había ido de vacaciones a «Suiza» (en realida era «a la Suizo»), pero bueno… detalles!

Ya estábamos listos para ir a casa a ser una familia de mixta de humanos y perros, pero de eso les hablo -si dios quiere- La semana que viene!
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marianorinaldi Ver todo
Periodista. Cronista.
Conduzco de "La Semana que Viene" programa que se emite por Radio Simphony.
También trabajo en el programa "En la trinchera" de Radio Led.
Fui Cronista de "El Exprimidor" (2002 hasta su finalización en 2019) reemplazando a Ari Paluch en la conducción en varias ocasiones.
Cronista de "El Rotativo del Aire" de Radio Rivadavia (entre 2001 y 2010).
Acreditado en Casa de Gobierno (2003/2018).
También Cronista y asesor parlamentario.
Realicé coberturas nacionales e internacionales como enviado por ejemplo al rescate de los mineros en Chile, Elecciones en España y Paraguay, Aniversario del Atentado de Atocha en Madrid entre otras cosas.
Te comprendo desde el corazón